miércoles, 22 de noviembre de 2017

Discurso del maestro Frank Fernández en la ceremonia de envestidura de Doctor Honoris Causa en Arte


Foto: FF Sonido

“El arte es un misterio y el acto de descubrirlo lleva implícito angustias, fantasmas, tesón, sacrificio y sobre todo una gran curiosidad obsesiva por develar ese misterio. Entre las incógnitas principales que me han traído hasta este lugar, hay tres que yo quisiera mencionar en un día como hoy.

La primera, me dijeron, cuando mostraba mi anhelo por ser concertista, que para serlo no se podía nacer en Mayarí, que había que nacer en La Habana. La segunda, que el hecho de que yo a los 4 años me vinculara sin uso de razón a la música clásica que se oía en la Academia de mi madre y a la música popular, a los trovadores insignes de la época de oro de la trova en la casa del director de la Banda Municipal, - ese acto sacrílego de mezclar a Mozart y Beethoven, con Sindo Garay y Benny Moré, Pepe Sánchez y Schumann - no podía ser, y más adelante que para ser un laureado internacional,  había que salir de Cuba a estudiar en Europa o en EE.UU.

Estas tres incógnitas despertaron toda mi curiosidad y lo primero que hice fue venir a La Habana. Llegué en el año 59, traté de  entrar en el Conservatorio más importante que tenía Cuba en esos momentos, el Conservatorio “Amadeo Roldán”, uno de los más antiguos de América Latina, y no me dejaron entrar por falta de nivel en ese primer momento y entonces comencé a trabajar durante un año en lo único que si se me aceptaba cierto nivel que era en la música popular. Ahí comenzaron las angustias de qué hacer y cuál era la razón biológica o psicológica que no permitía que naciendo en Mayarí  pudiera ser concertista y llegué a la conclusión de que solamente podría existir un poco de retraso, pero que no era imposible y cuando pienso en  momentos tan importantes que la vida me ha dado como estrenar una sala en Berlín con música de Schumann, Mozart y Beethoven,  haber sido seleccionado en el Festival Primavera de Praga, cuando se cumplían los 100 años del estreno del concierto más famoso de piano que ha existido, que es el No. 1 de Tchaikovsky y estando Lazar Bermar, Liuba Timofieva, Vladimir Azkenasi, James Tocco, Rudolf Serkin, escogieron al concertista de Mayarí,  me doy cuenta  que develar  el misterio del arte, aunque es muy angustioso y a veces hasta doloroso no es imposible, si hay talento y espíritu de sacrificio.

Ahora me viene a la mente el reto de mis primeros años en La Habana, después de trabajar con la música popular y salir 3 veces por semana en televisión donde empecé en un programa de aficionados en el que salí “Estrella Naciente”- así le decían- lo cuál me permitía hacer otros programas con 14, 15 años y yo dije quería seguir estudiando, aunque tuviese que trabajar profesionalmente y ganarme un salario -mi padre quería que fuera contador y cuando decidí hacer música popular, me quitó el estipendio que me daba  y tuve que ganármelo- entonces me dijeron que era otra locura, que después de ser ya conocido nadie podía dejar eso y empezar a correr el albur de ver si podía ser aceptado en los círculos clásicos, luché, pude entrar al Conservatorio Amadeo Roldán, encontré a uno de los luceros de mi vida, Margot Rojas Mendoza, quien me ayudó y me sigue ayudando aún hoy, pasé por un concurso UNEAC, el primero que se hizo en Cuba de piano y llegué hasta Moscú, ya me sentía más alentado, de Mayarí a La Habana y de La Habana a Moscú. Regresé de Moscú y entonces empezó otra de las incógnitas que se me habían planteado como negación, -todos los laureados internacionales de Cuba hasta ese momento habíamos estudiado en Europa- y yo me encuentro con Emilio Yunis, un gran genetista colombiano y empiezo a hablar con él de las capacidades musicales y descubro y ratifico que si de capacidades se trata, el ser cubano tenía las combinaciones genéticas más favorables para desarrollar cualquier talento, de cualquier tipo y por supuesto incluido las combinaciones de capacidades para la música, siempre que tuviese un medio ambiente propicio, una buena guía y todos los atributos que he mencionado como imprescindibles para descubrir una parte, pequeña generalmente,  de ese misterio llamado ARTE. Entonces secretamente- porque sonaba casi ridículo cuando yo lo comentaba- empecé a preparar algunos alumnos en estas aulas, en las de la Escuela  Nacional de Arte, en las del Conservatorio “Amadeo Roldán” y aún recuerdo el desestimulo conque me hablaban algunas personas cuando yo pretendía mandar un alumno a Francia, otro a Moscú y otro a España. Pero el virus del arte y mi  curiosidad, seguían ayudándome y después de las explicaciones de un genetista y confiando en mi intuición, dije por qué no y recuerdo que  meses antes y días antes de enviar esos alumnos a Concursos Internacionales, muchos intelectuales a los que aún sigo respetando, además me decían, que no tenía sentido ir a competir con obras importantes de los países respectivos y como conclusión a esta curiosidad y a esta incógnita les puedo decir que 3 de los alumnos más destacados -de los que más número de premios tienen entre los 27 premios internacionales de mis alumnos- no sólo fueron a Francia, no sólo fueron  fueron a Moscú, no sólo fueron a España, si no que entre los premios ganaron el  premio a la Mejor Interpretación de la música francesa, el premio a la Mejor Interpretación de la música rusa y el  premio a la Mejor Interpretación de la música española.

Sin embargo, seguía la excomunión de lo culto y lo popular, yo confesaba que no era responsable de haberme criado en ese  ambiente y  no sin cierta duda decidí vincularme a las mejores expresiones que existían en esos momentos en esos géneros. Esa fue otra gran suerte de mi vida, mi vinculación al movimiento de la Nueva Trova, ellos buscando una canción más culta, yo tratando de afincarme en mis raíces, tratando de reencontrarme  con lo que me había permitido llegar hasta Moscú. Ellos son muy generosos y hablan mucho de lo que aprendieron. Yo les puedo decir un día como hoy tan importante para mí, que el que más aprendió fui yo, no sólo de música sino de honor, de convicción, de lucha contra todos los facilismos, y ahí ya con más confianza, después de haberle producido el primer disco a Silvio Rodríguez, después de haberle orquestado a Pablo Milanés los 3 Grandes Premios del Concurso “Adolfo Guzmán”, haber trabajado con Sara, Vicente, Manguaré, Nuestra América e infinidad de grupos y solistas,  me seguí vinculando más y más y llegué incluso a un Seminario en Santiago de Cuba, donde había una gran discusión teórica sobre si la salsa era son y el son no era salsa, y creo que fueron como 3 días de discusión y allí sentí la necesidad de ir a un baile popular, escuché al Grupo “Son 14” de 6 meses de fundado, me arriesgué, ya con más confianza, con menos miedos, con menos fantasmas y les produje el disco  “A Bayamo en Coche”, que ganó el Premio de Venta Internacional y el de Mejor Producción de música Bailable.

No sé cuál será la próxima inquietud, sólo sé que el día antes de mi muerte o el mismo día, estaré buscando develar ese misterio, conocer el ultimo sonido posible, porque creo que es posible develarlo, y aunque caprichosamente se nos entrega cuando le da la gana, a todo el que trabaja si tiene talento, algo bueno le da, incluso puede darle hasta un “Doctor Honoris Causa”.

Yo no quiero terminar sin recordar profundamente y rendir el homenaje más humilde y de mayor amor a todos los que hicieron posible que yo caminara hasta este pódium:  a todos mis maestros, a mi pueblo de Mayarí, a todos mis amigos queridos y a los que no me quieren tanto, a los trovadores, los trovadores padres, la trova madre, la nueva trova, la trova hija, la sobrina, la nieta, a mis médicos que me han salvado la vida de 3 paros respiratorios y 8 operaciones de huesos para que yo pueda seguir tocando; a mi familia, que tanto contribuye, no sólo como motivo de inspiración en toda mi música sino en el respaldo, en la  confianza que me dan y me han dado; a los músicos populares que tanto quiero y que sé que me quieren mucho; a los clásicos que me dieron oportunidades importantes como tocar a los 19 años con la Sinfónica Nacional de Cuba y llegar a tocar en 1 año hasta 5 conciertos sustituyendo a algunos que fallaban en las programaciones; a mis alumnos, que más que todo lo que han aprendido, el que más aprendió fui yo, porque enseñando como todos sabemos, se aprende mucho, todavía hoy por la tarde estaba aprendiendo, estaba tratando de mejorar la posibilidad  de comunicación a través del instrumento; a mi patria y a este Instituto Superior de Arte que me hace este altísimo honor y que yo quiero dedicarlo especialmente a una persona además de agradecerlo.

Hace pocas semanas camino del cementerio para enterrar a un ser muy querido, alguien que me llega muy de cerca me dijo: “no te aflijas, tenemos un aliado más en el cielo”. Otra interrogante más, otra curiosidad más que me llama la atención y que estoy tratando y trataré de resolver.

A ese alguien que es mi madre, que murió cuando yo tenía 6 años, quiero dedicar este extraordinario homenaje que me hace el Instituto Superior de Arte y recuerdo sus palabras antes de morir cuando me dijo: “Tú tienes talento, no abandones nunca el piano”.

Muchas gracias.
 
Ovación.

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