Foto: FF Sonido |
“El arte es un misterio y el acto
de descubrirlo lleva implícito angustias, fantasmas, tesón, sacrificio y sobre
todo una gran curiosidad obsesiva por develar ese misterio. Entre las
incógnitas principales que me han traído hasta este lugar, hay tres que yo
quisiera mencionar en un día como hoy.
La primera, me dijeron, cuando
mostraba mi anhelo por ser concertista, que para serlo no se podía nacer en
Mayarí, que había que nacer en La Habana. La segunda, que el hecho de que yo a
los 4 años me vinculara sin uso de razón a la música clásica que se oía en la
Academia de mi madre y a la música popular, a los trovadores insignes de la
época de oro de la trova en la casa del director de la Banda Municipal, - ese
acto sacrílego de mezclar a Mozart y Beethoven, con Sindo Garay y Benny Moré,
Pepe Sánchez y Schumann - no podía ser, y más adelante que para ser un laureado
internacional, había que salir de Cuba a
estudiar en Europa o en EE.UU.
Estas tres incógnitas despertaron
toda mi curiosidad y lo primero que hice fue venir a La Habana. Llegué en el
año 59, traté de entrar en el
Conservatorio más importante que tenía Cuba en esos momentos, el Conservatorio
“Amadeo Roldán”, uno de los más antiguos de América Latina, y no me dejaron
entrar por falta de nivel en ese primer momento y entonces comencé a trabajar
durante un año en lo único que si se me aceptaba cierto nivel que era en la
música popular. Ahí comenzaron las angustias de qué hacer y cuál era la razón
biológica o psicológica que no permitía que naciendo en Mayarí pudiera ser concertista y llegué a la
conclusión de que solamente podría existir un poco de retraso, pero que no era
imposible y cuando pienso en momentos
tan importantes que la vida me ha dado como estrenar una sala en Berlín con
música de Schumann, Mozart y Beethoven,
haber sido seleccionado en el Festival Primavera de Praga, cuando se
cumplían los 100 años del estreno del concierto más famoso de piano que ha
existido, que es el No. 1 de Tchaikovsky y estando Lazar Bermar, Liuba
Timofieva, Vladimir Azkenasi, James Tocco, Rudolf Serkin, escogieron al concertista
de Mayarí, me doy cuenta que develar
el misterio del arte, aunque es muy angustioso y a veces hasta doloroso
no es imposible, si hay talento y espíritu de sacrificio.
Ahora me viene a la mente
el reto de mis primeros años en La Habana, después de trabajar con la música
popular y salir 3 veces por semana en televisión donde empecé en un programa de
aficionados en el que salí “Estrella Naciente”- así le decían- lo cuál me
permitía hacer otros programas con 14, 15 años y yo dije quería seguir estudiando,
aunque tuviese que trabajar profesionalmente y ganarme un salario -mi padre
quería que fuera contador y cuando decidí hacer música popular, me quitó el
estipendio que me daba y tuve que
ganármelo- entonces me dijeron que era otra locura, que después de ser ya
conocido nadie podía dejar eso y empezar a correr el albur de ver si podía ser
aceptado en los círculos clásicos, luché, pude entrar al Conservatorio Amadeo
Roldán, encontré a uno de los luceros de mi vida, Margot Rojas Mendoza, quien
me ayudó y me sigue ayudando aún hoy, pasé por un concurso UNEAC, el primero
que se hizo en Cuba de piano y llegué hasta Moscú, ya me sentía más alentado,
de Mayarí a La Habana y de La Habana a Moscú. Regresé de Moscú y entonces
empezó otra de las incógnitas que se me habían planteado como negación, -todos
los laureados internacionales de Cuba hasta ese momento habíamos estudiado en
Europa- y yo me encuentro con Emilio Yunis, un gran genetista colombiano y
empiezo a hablar con él de las capacidades musicales y descubro y ratifico que
si de capacidades se trata, el ser cubano tenía las combinaciones genéticas más
favorables para desarrollar cualquier talento, de cualquier tipo y por supuesto
incluido las combinaciones de capacidades para la música, siempre que tuviese
un medio ambiente propicio, una buena guía y todos los atributos que he
mencionado como imprescindibles para descubrir una parte, pequeña
generalmente, de ese misterio llamado
ARTE. Entonces secretamente- porque sonaba casi ridículo cuando yo lo comentaba-
empecé a preparar algunos alumnos en estas aulas, en las de la Escuela Nacional de Arte, en las del Conservatorio
“Amadeo Roldán” y aún recuerdo el desestimulo conque me hablaban algunas
personas cuando yo pretendía mandar un alumno a Francia, otro a Moscú y otro a
España. Pero el virus del arte y mi
curiosidad, seguían ayudándome y después de las explicaciones de un
genetista y confiando en mi intuición, dije por qué no y recuerdo que meses antes y días antes de enviar esos
alumnos a Concursos Internacionales, muchos intelectuales a los que aún sigo
respetando, además me decían, que no tenía sentido ir a competir con obras
importantes de los países respectivos y como conclusión a esta curiosidad y a
esta incógnita les puedo decir que 3 de los alumnos más destacados -de los que
más número de premios tienen entre los 27 premios internacionales de mis
alumnos- no sólo fueron a Francia, no sólo fueron fueron a Moscú, no sólo fueron a España, si
no que entre los premios ganaron el
premio a la Mejor Interpretación de la música francesa, el premio a la
Mejor Interpretación de la música rusa y el
premio a la Mejor Interpretación de la música española.
Sin embargo, seguía la
excomunión de lo culto y lo popular, yo confesaba que no era responsable de
haberme criado en ese ambiente y no sin cierta duda decidí vincularme a las
mejores expresiones que existían en esos momentos en esos géneros. Esa fue otra
gran suerte de mi vida, mi vinculación al movimiento de la Nueva Trova, ellos
buscando una canción más culta, yo tratando de afincarme en mis raíces,
tratando de reencontrarme con lo que me
había permitido llegar hasta Moscú. Ellos son muy generosos y hablan mucho de
lo que aprendieron. Yo les puedo decir un día como hoy tan importante para mí,
que el que más aprendió fui yo, no sólo de música sino de honor, de convicción,
de lucha contra todos los facilismos, y ahí ya con más confianza, después de
haberle producido el primer disco a Silvio Rodríguez, después de haberle
orquestado a Pablo Milanés los 3 Grandes Premios del Concurso “Adolfo Guzmán”,
haber trabajado con Sara, Vicente, Manguaré, Nuestra América e infinidad de
grupos y solistas, me seguí vinculando
más y más y llegué incluso a un Seminario en Santiago de Cuba, donde había una
gran discusión teórica sobre si la salsa era son y el son no era salsa, y creo
que fueron como 3 días de discusión y allí sentí la necesidad de ir a un baile
popular, escuché al Grupo “Son 14” de 6 meses de fundado, me arriesgué, ya con
más confianza, con menos miedos, con menos fantasmas y les produje el
disco “A Bayamo en Coche”, que ganó el
Premio de Venta Internacional y el de Mejor Producción de música Bailable.
No sé cuál será la
próxima inquietud, sólo sé que el día antes de mi muerte o el mismo día, estaré
buscando develar ese misterio, conocer el ultimo sonido posible, porque creo
que es posible develarlo, y aunque caprichosamente se nos entrega cuando le da
la gana, a todo el que trabaja si tiene talento, algo bueno le da, incluso
puede darle hasta un “Doctor Honoris Causa”.
Yo no quiero terminar sin
recordar profundamente y rendir el homenaje más humilde y de mayor amor a todos
los que hicieron posible que yo caminara hasta este pódium: a todos mis maestros, a mi pueblo de Mayarí,
a todos mis amigos queridos y a los que no me quieren tanto, a los trovadores,
los trovadores padres, la trova madre, la nueva trova, la trova hija, la
sobrina, la nieta, a mis médicos que me han salvado la vida de 3 paros
respiratorios y 8 operaciones de huesos para que yo pueda seguir tocando; a mi
familia, que tanto contribuye, no sólo como motivo de inspiración en toda mi
música sino en el respaldo, en la
confianza que me dan y me han dado; a los músicos populares que tanto
quiero y que sé que me quieren mucho; a los clásicos que me dieron
oportunidades importantes como tocar a los 19 años con la Sinfónica Nacional de
Cuba y llegar a tocar en 1 año hasta 5 conciertos sustituyendo a algunos que
fallaban en las programaciones; a mis alumnos, que más que todo lo que han
aprendido, el que más aprendió fui yo, porque enseñando como todos sabemos, se
aprende mucho, todavía hoy por la tarde estaba aprendiendo, estaba tratando de
mejorar la posibilidad de comunicación a
través del instrumento; a mi patria y a este Instituto Superior de Arte que me hace
este altísimo honor y que yo quiero dedicarlo especialmente a una persona
además de agradecerlo.
Hace pocas semanas camino
del cementerio para enterrar a un ser muy querido, alguien que me llega muy de
cerca me dijo: “no te aflijas, tenemos un aliado más en el cielo”. Otra
interrogante más, otra curiosidad más que me llama la atención y que estoy
tratando y trataré de resolver.
A ese alguien que es mi
madre, que murió cuando yo tenía 6 años, quiero dedicar este extraordinario
homenaje que me hace el Instituto Superior de Arte y recuerdo sus palabras
antes de morir cuando me dijo: “Tú tienes talento, no abandones nunca el
piano”.
Muchas gracias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario